Ana (65 años)

Hoy voy a contaros una de las historias más asombrosas que me han ocurrido en la vida:

En el año 2019 estuve encerrada en mi casa con un fuerte tratamiento anticáncer y por ello no pude escribir mis experiencias en Medjugorje, como me pidió la Virgen María, pero las escribo ahora que estoy mejor y vuelvo a estar en casa, con la diferencia de que estos días estamos confinados y encerrados sin salir a la calle todas las personas, tanto las enfermas como las sanas a fin de evitar el contagio del entonces temible virus del Covid-19.

El 25 de noviembre de 2018 me escribió una amiga de la familia y me dijo que había una oferta muy económica en vuelos directos a Dubrovnik para ir cuatro días, del 20 a 23 de diciembre a Medjugorje y que ella tenía pensado viajar con su hija, que si me apuntaba. Rápidamente le dije que me encantaría, pero antes tenía que mirar los cuadrantes de las guardias en mi trabajo, pues en dichas fechas era difícil que pudiese hacer vacaciones si estaba de guardia… sorprendentemente en menos de tres horas había consultado el calendario, los vuelos y le decía que si a Adela, yo me encontraba bien y ni me podía imaginar lo que me sucedería en esos pocos días que faltaban para el viaje. Éramos ya cuatro mujeres que íbamos a ir a Medjugorje, pues nuestros maridos no quisieron apuntarse inicialmente. En mi primera peregrinación la Virgen me pidió que fuese a verla allí, con mi familia, y ahora solamente venía mi hija…Mi marido estuvo conmigo en el segundo viaje el 2 de marzo de 2018 y no quería ir dos veces en el mismo año… pero yo si que quería, pues me llegaba otra vez su fuerte llamada y quería sentir su divina Presencia y su maravillosa fragancia a rosas una vez más.

Lo teníamos todo preparado y organizado, incluso el transporte desde el aeropuerto al hotel en esas fechas, pero me surgió algo que no estaba previsto: el 6 de diciembre me dieron los resultados de una biopsia: tenía un cáncer triple negativo de mama, de los más agresivos, y el cirujano nos dijo que tendría que operarme de urgencia. Me quedé paralizada del miedo y no podía pensar con claridad, no sabía si ir al hospital o no, si suspender el viaje o no y los pensamientos en mi mente no paraban de darme vueltas y vueltas sin poderlos controlar. Aun así, intenté hacer vida normal y fui a trabajar como siempre a pesar de que no podía concentrarme en nada. Empecé a rezar continuamente, a pedirle a nuestra Madre que me ayudase en estos momentos tan difíciles y lo hizo, nunca en todo el proceso me dejó sola. Y pedimos una segunda opinión médica: nos dijeron que no hacía falta operarme de urgencias, que lo mejor era empezar con la quimioterapia durante varios meses para reducir el tumor y después me operarían.

Así que teníamos unos días libres por delante y eso suponía un poco más de tiempo para pensar… ¡Qué alivio sentimos al oír eso! De todas formas, el cáncer estaba allí y yo seguía dudando si podría aguantar el viaje sin marearme y de si era justo que mi amiga “cargase” conmigo durante la peregrinación si me pasaba algo, seguía sin saber qué hacer. Me sentía débil y muy cansada e invité a mi marido de nuevo a viajar conmigo y esta vez sorprendentemente me dijo que si, sólo tendría que abonar el billete de avión pues yo me ocupaba del resto. Durante el vuelo él iba diciéndome que eran muchos gastos, que no entendía por qué ir dos veces al mismo sitio en el mismo año, etc. Y yo simplemente le contesté que la Virgen le ayudaría a costearse el viaje… Justo el día 22 de diciembre, estando allí, le tocaron unos 250 euros aproximadamente en la Lotería Nacional que ¡era el importe del billete de avión!

Tuvimos un buen vuelo de ida, sin incidencias pese a que el 20 de diciembre las condiciones climatológicas suelen ser más adversas, y al día siguiente subimos a la Colina de las Apariciones, era pronto por la mañana, el día empezó lluvioso y cuando comenzamos a subir el Monte estábamos solos los cuatro. Qué maravilla fue para mi volver allí, qué paz nos embargó al rezar en grupo los Misterios del Rosario en cada una de las cinco estaciones…Allí pudimos pedirle a nuestra Madre por todo lo que llevábamos acumulado en nuestro corazón, como que me curase de esta grave enfermedad. Ella sin lugar a dudas las escuchó y nos sentimos muy conectados con el Espíritu Santo cuya imagen se nos apareció reflejado en una nube del cielo en forma de paloma... Solamente por esos momentos valió la pena el viaje, pero al bajar la Colina las piedras del camino estaban mojadas y por un mareo resbalé cayendo cabeza abajo sin control, un tramo y me hubiera podido hacer mucho daño con las piedras pero, un arbusto que parecía colocado estratégicamente, frenó mi cuerpo y me paró en seco. Pude levantarme bien, me sacudí y vi que únicamente tenía un golpe en la rodilla. Una vez más la Virgen vino en mi ayuda y me sostuvo, frenándome en la bajada de su Colina, pues si no hubiera estado allí hubiera podido ser fatal para mi.

Esa misma tarde esperamos a mi hija mayor que venía del aeropuerto al hotel, y cuando llegó nosotros ya no éramos las mismas personas que el día anterior. Estábamos llenos de una gran paz interior que nos regaló la Reina de la Paz y que mi hija no compartió hasta que ella misma subió al día siguiente al Monte de las Apariciones. En cuanto bajaron de la montaña y regresaron al hotel me pidió perdón y su mirada reflejaba una alegría y un amor que hacía mucho tiempo que no veía en sus ojos. De nuevo la Virgen se había hecho presente durante esa ascensión y venía en nuestra ayuda, quién mejor que ella para comprenderlo todo…Gracias Madre, eres Magnífica, me has devuelto a mi hija en tan solo unas pocas horas en Medjugorje. ¡Qué regalo tan grande!

Mientras ellos subían de nuevo a la Colina yo me quedé cerca del hotel por el dolor tan intenso que tuve en la rodilla por la noche y por la mañana fui caminando tranquilamente, sola, siguiendo una llamada interior hasta el jardín de la explanada de la Iglesia exterior, donde está la figura de Cristo Resucitado. No había nadie cuando llegué, eso es algo impensable para los millones de turistas que hacen cola continuamente alrededor de su figura para poder tocarle y recoger el agua que sale a veces de su pierna derecha y, más concretamente, de su rodilla. En esos momentos me sentí muy feliz de poder estar con El a solas, haciéndole compañía y comprendí que había sido El quien me había llamado. Acaricié el costado de su rodilla con dolor en la mía, comprendiendo lo que El había sufrido y recogí con la mano el agua que bajaba (de la lluvia o no) me la llevé al pecho y le pedí que me curase.

Estuve un rato más con El mirándole emocionada, hasta que llegaron varias personas. ¡Qué bonito es el Cristo Resucitado!, allí delante de su Cruz que, por fin queda atrás en la tierra, mientras Él se levanta hacia el Cielo con los brazos abiertos aún en forma de cruz, qué bonito es y qué alegría poder estar allí a sus pies, solos los dos…no había palabras para poder describir esto, sólo admiración y amor.

(Nota: para los que nunca han estado allí, el líquido acuoso que baja de la rodilla por la pierna derecha de la estatua de bronce del Señor sale a veces, tanto si llueve como si hace sol, y este fenómeno ha sido objeto de varios estudios científicos sin que hayan encontrado una explicación Lógica).

Antes de irme pensé que era una pena no haber podido comprar los pañuelitos de tela de Medjugorje, pero encontré en mi bolso un pañuelo y recogí un poco de su líquido sanador para dárselo a alguna persona necesitada y lo guardé en mi bolso para un desconocido de un futuro cercano. (Se lo di a mi regreso a la mujer de un enfermo que estaba en la UCI, supe que se llama Paco y que se curó milagrosamente después de una complicada intervención quirúrgica).

Yo no usé nunca el pañuelito de papel puesto que no era para mi, pues cuando me encontré con los demás me había desaparecido totalmente el dolor que tenía en mi rodilla. No lo he entendido hasta el día de hoy, que le he pedido inspiración al Espíritu Santo para continuar escribiendo este testimonio…. Es el Señor quien nos sana, nuestro Médico del cuerpo y del alma, con su gran Amor silencioso e infinito.

A día de hoy septiembre de 2024 han pasado seis años y he vuelto a Medjugorje varias veces para dar las gracias a la Virgen y a Cristo Resucitado por mi rápida curación de ese cáncer. Tengo todos los informes médicos y pruebas que me han realizado en el hospital al principio y al final del tratamiento: de enero de 2019 a octubre de 2019: desapareció completamente, a Dios gracias.

Ana.

Una noche durante la primera fase de la quimio, me encontré muy mal, muy mal, me mareé tanto que me parecía que me hundía, me caía al fondo de las profundidades y, creo, que estuve muy cerca de irme al otro barrio, abrí los ojos en la oscuridad y allí estaba, al lado derecho de mi cama, la Virgen Blanca Inmaculada de Medjugorje iluminada, me acompañaba en mi enfermedad, me consolaba y me hizo saber que ella me sostenía, que no me hundiría. Me tranquilizó tanto su Presencia que inmediatamente me quedé dormida. A la mañana siguiente me encontraba bien, y sabiendo que había sido “real” continué mi vida lo más normalmente que pude. Se lo conté a mis amigas del grupo de oración de Medjugorje y se emocionaron conmigo. No la volví a ver más y con el tiempo empecé a pensar que podría haber sido un sueño, hasta que el Sacristán de la Parroquia y su mujer, nos dijeron que en nuestro viaje a Cádiz fuésemos a ver a la Virgen del Santuario de los Santos, que allí podríamos ponernos bajo el manto de la Virgen y que visitásemos también a la Virgen de Regla de Chiclana.

Allí fuimos en el mes de julio de 2019 en unas minivacaciones que nos concedió el oncólogo antes de la intervención quirúrgica. Sucedió que vimos en la pared de ambas Iglesias, como por casualidad, pequeños cuadros colgados con imágenes de camas de enfermos de todas las edades, adultos y niños, dibujados hace más de doscientos años, con la Virgen del Santuario aparecida al lado de los enfermos, igual que en mi caso. ¡Me quedé tan sorprendida!!! Después supe que se llaman exvotos y son ofrendas que las personas que se recuperaban de su enfermedad habían hecho al Santuario como agradecimiento por haber recibido el don de la curación. Poco a poco me he ido dando cuenta que yo también he recibido la Sanación del Señor y de la Virgen María que es la bien llamada “Salud de los enfermos” y les doy gracias continuamente en las oraciones diarias que sigo manteniendo. Tengo un cuadro de Jesús Resucitado y una estatua de la Virgen en la habitación y llevo su Imagen allí donde voy. Ahora que mi madre de la tierra se ha ido, Ella es mi Madre del Cielo y sé que cuida no solo de mi, sino de todos mis seres queridos.